domingo, 3 de mayo de 2009

¡Felices Noventa! Sagrada Familia


A principios del siglo pasado, la ciudad crecía hacia el Oeste, más que hacia otras direcciones. Numerosas familias se radicaban en esa zona y los negocios se establecían sobre la calle 25 de Mayo, que servía como eje de la expansión.

Al fondo, el importante edificio del nuevo hospital, se destacaba sobre el nivel del caserío de la época. Las damas de la Sociedad de Beneficencia, habían costeado su construcción, que venía a ser el logro mayor, luego de una serie de obras concretadas en la larga presidencia de Doña Cornelia Villar de Seguí, una de sus fundadoras.

El año de inicio -1910- de trascendente significado histórico, inspiró el nombre de "Centenario" impuesto al nuevo Hospital, que reemplazó al anterior, llamado "de la Caridad", por la humanitaria entrega, tanto de las integrantes de la Sociedad de Beneficencia como de las Hermanas Vicentinas que allí socorrían a los enfermos, bajo la tutela espiritual de los curas capellanes.

Habían pasado seis años de la inauguración del hospital (30-8-1913) y no cesaba el constante crecimiento de la actividad, su consecuente ampliación edilicia y sobre todo el aumento poblacional de la zona que se integraba con las quintas de los alrededores, donde luego se construyeron los nuevos barrios. Muchos de los vecinos de esa zona oeste eran de origen inmigratorio, por lo que predominaban los apellidos españoles e italianos, todos fervientes católicos, que enviaban sus hijos a la escuelita de las Hermanas Vicenta y Luisa, frente al Hospital (hoy Escuela Mercedes San Martín de Balcarce). Los piadosos padres Aniceto y Juan Treserra, recorrían la creciente barriada, manteniendo contacto con su grey.

Pero los días domingos, las familias enteras debían trasladarse hasta la Parroquia San José, que era por entonces la única del pueblo. Fue en aquella época, que nació la idea de fundar una capilla que sirviera como sede a la capellanía del hospital, residencia del Capellán y a la vez, templo para la comunidad católica de toda la zona Oeste. Por entonces, era Párroco en Gualeguaychú -desde 1905- el hombre que más obras humanitarias realizó durante la primera mitad del siglo: el R. P. José María Colombo.

Cuando recibió la inquietud por parte del Capellán y algunos vecinos del Barrio Oeste, el Padre Colombo, como visionario y ejecutivo que era, se constituyó en gestor y entusiasta impulsor de la idea. En pocas semanas solucionó el problema del costo y puso la obra en marcha; el terreno, de 25 de Mayo y actual Pasteur, fue donado por los esposos Pedro Borrajo y Felipa Irazusta -Pipa- hermana de una gran Presidenta que tuviera la Sociedad de Beneficencia Doña Lola Irazusta de De Deken.

La construcción de la capilla fue costeada íntegramente por la señorita Martina Duarte, que pertenecía a una familia tradicional de nuestra ciudad, cuya residencia era la finca de 25 de Mayo y Humberto Primo (actual Italia) adquirida en 1943 por Don Isaac Manuel Álvarez. El proyecto y la ejecución de la obra estuvieron a cargo de la empresa Millet de Buenos Aires, aunque algunos trabajos los hizo el constructor local David Angelini. El diseño del edificio fue concebido en un estilo de reminiscencias góticas, de aspecto sobrio y líneas sencillas. En el interior se destacan su bello altar, construido en mármol de carrara (luego remodelado, en épocas del Padre Locatelli), las escenas del Vía Crucis y los hermosos vitrales dedicados a la Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, con escenas de su aparición ante Sor Catalina Labouré.

La inauguración tuvo lugar en la histórica jornada del 3 de Mayo de 1919; hace hoy exactamente noventa años. Ese acontecimiento significó para Gualeguaychú una jornada memorable, que bien podría compararse con la de la Iglesia San José o la llegada del primer ferrocarril, importantes sucesos de treinta años antes, que habían tenido como figura protagónica al Padre Luis N. Palma.

Para bendecir la nueva Capilla, que nacía bajo la advocación de La Sagrada Familia, concurrió a Gualeguaychú el Obispo Auxiliar de Paraná, Monseñor Nicolás Di Carlo. El acto de ese 3 de Mayo se realizó con toda solemnidad y constituyó un importante acontecimiento religioso y social para la época. A mediodía, en esa jornada inaugural, se sirvió un almuerzo en el local del Colegio de la Inmaculada, del que participaron autoridades, invitados y vecinos. Por la larde, el Obispo Di Carlo pronunció un sermón que puso de manifiesto sus extraordinarias dotes oratorias.

La nueva Capilla fue muy bien recibida por todos, ya que respondía a una real necesidad espiritual de esa zona. Desde ese momento, sus vecinos tuvieron un templo cercano al cual asistir. Hasta hoy, la concurrencia continúa desbordando el recinto.

La breve visita inaugural bastó para que la perspicacia de Monseñor Di Carlo previera que esa capilla no sería suficiente. Al punto que en la propia Acta de Creación de la Capilla, el Obispo señala la necesidad de ponerse a trabajar para dotar al barrio de una Parroquia. Y antes de emprender su regreso a Paraná, imparte instrucciones precisas al primer Capellán de La Sagrada Familia, el Padre José De Luca, para que inicie esa campaña.

Cinco años después, el 22 de Diciembre de 1924, se dispone desde el Obispado, la creación de la nueva Parroquia para el barrio Oeste: eso ocurrió el 1° de Enero de 1925. Como todavía no se tenía el edificio, Monseñor Abel Bazán y Bustos, determinó que la nueva Parroquia, funcionara provisoriamente en el edificio de la capilla La Sagrada Familia. Diez años de trabajo demandó la construcción del nuevo templo, cuyas dimensiones, en aquella época, eran una verdadera avanzada para la zona. Por fin, en 1934, la cristiandad del barrio Oeste vive su jornada más trascendente, al inaugurar el nuevo templo de Nuestra Señora de los Dolores y Santa Teresita, que quedó a cargo del Párroco José Schachtel.

Desde entonces, tiene allí su asiento la Parroquia creada en 1925. Y el templo de La Sagrada Familia volvió a su originaria condición de Capilla. Luego del Padre José De Luca, que se desempeñó desde la inauguración hasta 1929, fueron capellanes: el Padre José Schachtel hasta 1934; Juan Treserra, Andrés David, Marcos Panozzo, Mario Vela, Luis Rechner, Juan Carlos Locatelli y en estos últimos dos años, el Padre Horacio Carlés, por cuya sencillez y firmeza espiritual, la feligresía del barrio Oeste, lo considera un digno sucesor de aquellos admirables capellanes.

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