sábado, 2 de mayo de 2009

Pedro Jurado: Periodista e Intendente ejemplar

En Agosto de 1980, con motivo del centenario del nacimiento de Don Pedro, se impuso su nombre a la vieja escuela de Piaggio en Gualeyán. En esa oportunidad, el autor, (cuya madre Lía E. Piaggio, fue maestra allí) pronunció un discurso por la comisión de homenaje, que integraban entre otros, Pablo J. Daneri y Luis Jeannot Sueyro. En esta nota, basada en aquel mensaje, destaca la admirable rectitud del gran periodista e Intendente y el contenido de avanzada de su administración, sobre todo en aspectos sociales, que poco se recuerdan.


La Constitucion de 1933 devolvió a los entrerrianos el derecho - perdido por 30 años- de elegir a sus intendentes, que se designaban en Paraná. Aquellos comicios despertaron natural entusiasmo por la libertad reconquistada. En la provincia pujaban Juan Fco. Morrogh Bernard y Eduardo Tibiletti y en Gualeguaychú, dos periodistas. Uno ya consumado, Don Pedro Jurado, conservador, director de El Censor, fundado por su padre en 1902 y el otro -en ciernes- era el joven abogado radical Pedro R. Bachini, años después, prestigioso director de El Argentino. Se definió a última hora, con los resultados de Gualeyán: había ganado la fórmula Pedro Jurado- Francisco P. Duboscq.

El Censor: Pesó seguramente el respeto ganado en las páginas del diario que Don Pedro dirigía desde 1911 y figuraba entre los señeros de la provincia. Ese vespertino era un diario partidista, cosa común por entonces; sin embargo, su ascendiente entre los lectores era induscutido. No sólo por la calidad de la impresión, las fotografías y su amplísima informacion -aún internacional- sino por el nivel de escribas habituales: Policarpo De la Cruz, Raúl Tomás Frei y como colaboradora, CamilaNievas.

Sus páginas reflejaban generosas, toda inquietud en apoyo a instituciones y obras de bien; fue motor del desarrollo, vehículo de cultura y fuente responsable de información. Coherente con su nombre, El Censor era implacable con los factores de atraso, los funcionarios incompetentes y todo aquello que obstruyera el progreso de Gualeguaychú. Su estilo fue inalterable: palabra clara y concisa; las ideas y opiniones, expresadas en un marco de respeto pero con la fuerza y convicción que les imponía una pluma inteligente e inquieta. Por ello, no es extraño que el electorado local premiara a quien había demostrado interés por el manejo correcto de la cosa pública, conocimiento de las necesidades y vocación de servir.

Finanzas complicadas: Al asumir la Intendencia, Don Pedro anunció que en adelante él se olvidaba que tenía un partido y gobernaría con dedicación igualitaria para todos. Así lo hizo, prescindiendo del color político de sus administrados. Actitud de real valor frente al vicio de la politiquería que concibe a los funcionarios como mandatarios del partido y no del pueblo. Para poder avanzar, debía primero sanear las finanzas municipales cuya deuda sideral hubiera asustado a cualquiera. Pero don Pedro no se amilanaba ante los problemas complejos; es más: se lucía sacando de la manga soluciones acertadas.

Lanzó un empréstito de $400.000 en bonos garantizados por la Municipalidad, que rápidamente se colocaron entre los vecinos. Incontrastable demostración de fe pública en la seriedad de esa operación. Los bonos se rescataban o pagaban intereses con puntualidad y al poco tiempo superaron su valor nominal. Con ello saneó la deuda y se pudieron realizar las obras previstas.

También se dictó una ordenanza de contabilidad municipal que por su nivel técnico, aún hoy podría tomarse como modelo. A través de los balances mensuales que se publicaban en los periódicos -gratis en El Censor como todos los avisos municipales- la opinión pública iba siguiendo la evolución de las finanzas. Se pagaron primero las deudas que más lo preocupaban: los sueldos de los obreros y empleados, que al asumir, oscilaban ¡entre 6 y 17 meses de atraso! cosa común por entonces. Afianzó el concepto de autoridad, con el ejemplo de su rectitud y el ascendiente de su firme personalidad.

La ciudad se transforma:

En poco tiempo, la ciudad se transformaba; no hubo barrio que no experimentara avances. Los paseos públicos fueron realzados, las plazas ornamentadas con jardinería, iluminación, veredas, monumentos, estatuas y árboles. En 1937 compró una manzana en el barrio Oeste para crear la Plaza Belgrano en la que implantó especies arbóreas típicas del Gualeyán, que le había dado el triunfo. En 1938 remodeló, iluminó y embaldosó la Plaza San Martín, hasta entonces de tierra. Para implementar su política de espacios públicos, creó el vivero municipal, de donde saldrían miles de ejemplares para plazas, escuelas y clubes. En una muestra regional, obtuvo un primer premio.

Don Pedro amaba la flora, los espacios verdes y los paisajes lugareños. Sabía de sus bondades, tanto para la ornamentación como para la vida sana.

Salubridad: Puso énfasis en la salubridad: estableció la primera oficina química municipal, no sin resistencia del Gobierno de la Provincia, al que debió convencer con una razón incontrastable: de nada servía tener un solo laboratorio en Paraná. Enviando los alimentos a analizar, se perdía un tiempo precioso, con riesgo de una intoxicación masiva. Para mejor prevenir, estableció el primer servicio bromatológico del interior de la Provincia. Compró la casa de la familia Irazusta (actual ISPED) e instaló allí la Asistencia Pública, dotándola de equipamiento para atención médica, curaciones, pequeñas cirugías y servicio de ambulancias. Todo era gratuito para quienes lo necesitaran. Esa gratuidad alcanzó también al servicio de farmacia, que llegó a despachar 3.000 recetas por mes, lo que evidencia su sentido solidario cuando aún no había obras sociales. En el marco de la Asistencia Pública, creó una Escuela de Enfermería.

Por la niñez: Por su iniciativa también se creó el Dispensario de Lactantes para socorrer a la niñez desvalida. Desde entonces y hasta su muerte, el generoso Patico Daneri fue Director de esa noble entidad, que llegó a suministrar 40.000 litros anuales de leche, 250.000 mamaderas, rayos ultravioletas, ropa y atención médica a las madres. Los resultados de esta obra se verificaron prontamente: en 1935, la mortalidad en los primeros años de vida era de 232 chicos cada mil; en 1939 esa tasa había descendido a menos de 100.

No sólo eso hizo Don Pedro por la niñez de su pueblo: creó en el Parque un sector de juegos infantiles y otro en el Club Juventud Unida. Para Navidad, realizaba festivales en el parque, donde se repartían juguetes a niños pobres. Ya entonces soñaba con una escuela-granja para su formación, obra que se hizo realidad 30 años después por iniciativa de Micho Grané.

Por el deporte: El deporte de Gualeguaychú mereció la atención de Don Pedro. Las instituciones deportivas recibieron su apoyo, ya fuera a través de las páginas de El Censor o de la Municipalidad. Y uno de los deportes favorecidos fue el básquet, llegado aquí en 1933. Don Pedro brindó las páginas de El Censor para difundirlo y colaboró en la construcción de la primera cancha en Juventud Unida, con piso de polvo de ladrillo. Reconocía al deporte como actividad sana, de gran valor social, procurando que todos lo practicaran y a esto lo demostró con obras. Por ello, en 1943, de cara a su reelección -alternada- los deportistas locales adhirieron públicamente a su candidatura: ligas, asociaciones, clubes y deportistas individuales lo auspiciaron, interpretando que era quien más los había apoyado.

Pavimento: Otra obra fundamental fue la pavimentación de cien cuadras. Para concretarla, Don Pedro debió vencer innumerables escollos. En el C. Deliberante enfrentó a una férrea oposición, que superó con sus armas habituales: corrección y solidez en sus argumentos, expresados en concisas palabras. Concluida la obra, algunas denuncias ponían en duda su honestidad, por la calidad y costo del pavimento. Y como su conducta no admitía un atisbo de duda, él mismo exigió una investigación, aún cuando ya había dejado la función.

Ante su insistencia, se nombró una comisión técnica cuyo dictamen determinó que todo se había realizado en forma correcta. No sólo eso: la calidad del pavimento y sus materiales superaban las especificaciones técnicas. Y lo corrobora su duración en las calles céntricas (Urquiza, San Martín, Bolívar y Andrade), que a más de setenta años de construidos, sometidos a perforaciones, conexiones y abuso en el peso de vehículos, son los que mejor se han mantenido.

Otros Proyectos: El soñaba, con el nuevo edificio del Mercado, un banco municipal de préstamos, el camino al Cementerio del Norte, la parquización del Barrio Franco, la nivelación, entubamiento y regulación de desagües en la calle Clavarino, una plaza de ejercicios físicos, una industria local fuerte, turismo, hotelería, recreación infantil, deporte y cultura. Y también se preocupaba Don Pedro por la construcción de casas para los obreros municipales. No concebía que un obrero casado y con cargas de familia ganara igual que uno soltero. Quería aplicarlo en su gobierno, adelantándose en muchos años a la posterior conquista de los trabajadores argentinos. También fue el creador de la Caja Municipal de Jubilaciones y Pensiones, en 1938.

La valoración de la familia, su sensibilidad para con los hogares humildes que visitaba con frecuencia, no surgían de una especulación electoralista -mal endémico del país- sino de un sentimiento sincero que demostró con obras. Luego de la segunda intendencia de Claudio Méndez Casariego, Don Pedro fue reelecto en 1943. No llegó a hacerse cargo por a la revolución de Junio de ese año.

El final: El 31 de Diciembre de 1945, por las circunstancias políticas que el país vivía, debió cerrar definitivamente sus páginas El Censor, que después de medio siglo, arriaba sus banderas, como reza su último editorial. Al escribirlo, seguramente alguna fisura amenazaba al viejo roble.

Sin embargo, ese último editorial mantuvo su proverbial nivel de sabiduría y prudencia: las mismas virtudes que a lo largo de su vida le dictaron una respuesta helénica para cada agravio. Su espíritu había sido templado con estoicismo y fortalecido en la adversidad.
Murió el 22 de Febrero de 1951. Después de haber honrado como pocos al periodismo y la función pública. De él nos ha quedado su herencia moral: la que hace perpetuas a las grandes figuras republicanas.

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