sábado, 9 de mayo de 2009

Gervasio Méndez, Poeta Desde El Dolor



Cuesta imaginar que cualquiera de nosotros, estando enfermo, escriba desde la cama. Menos aún, si se padece dolor. ¿Quién podría inspirarse en esas condiciones? Si además, la postración perdura casi treinta años y se agrava con parálisis progresiva, resulta imposible imaginar que pueda nacer la motivación artística. Si embargo, eso es lo que hizo Gervasio Méndez, en la mayor parte de su vida.

Su nombre completo era Gervasio Bibiano; había nacido en Gualeguaychú el 30 de Diciembre de 1843, en calles Urquiza y Comercio (actual Mitre) ángulo SE, luego local de la confitería De La cruz Hermanos y en el siglo siguiente, del Bar Mitre. Justamente donde hoy vive quien acá lo está recordando.

Era hijo de Ambrosia de León, nieta de Agustín José De León, uno de los primeros habitantes de Gualeguaychú. Su padre era Gervasio Méndez.

Fue poco a la escuela porque debió ayudar a su madre que no tenía recursos y por ello trabajó desde niño en algunos comercios de la ciudad: una venta de baratijas frente a la Farmacia El Globo (actual Urquiza y Perón) y también en la zapatería de Yorio. Años después, instaló en la misma zona, su propio negocio de mercería.

Era muy apuesto, o fachudo, como se dice ahora, lo suficiente para hacer suspirar a más de una chica. Y como en aquella época, el amor se conquistaba por vía de las palabras bellas y el piropo bien adornado, él contaba con la ventaja adicional de ser un buen decidor de cosas lindas.

A los dieciséis años empezó a escribir poemas y prosa. En 1863, es decir, a los veinte años, ya colaboraba- junto a Emilio Onrubia, Manuel Olazábal y Laurindo Lafuente- en el combativo diario La Democracia que dirigía Eulogio Enciso, periodista de Bs. Aires, traído como refuerzo para enfrentar a su rival El Pueblo Entrerriano, que contaba con las plumas de Olegario V. Andrade, Eugenio Gómez y Marcos Emilio Funes.

De esa época data su poema suyo de amor A María, que permaneció inédito, hasta que lo transcribió el Padre J. C. Borques en su Ensayo Histórico sobre el Periodismo de Gualeguaychú.

En 1868 Gervasio Méndez, como muchos gualeguaychuenses, vive un drama que lo impresiona hondamente: la gran epidemia de cólera que ocasionó centenares de muertos. A tal punto, que para los enterramientos, debieron improvisarse fosas comunes y zanjeos en los campos y suburbios. A fin de ayudar a los familiares de los muertos y sus huérfanos, se creó la Sociedad de Salud y Socorro que presidía Bernardo Goyri e integraban Mariano Jurado, Nicolás Martínez Fonte, Juan Mac Dougall, Luis Clavarino y los curas Inocencio Rosetti y Vicente Martínez. Este último, que tuvo a su cargo la primera parte de la construcción de la Parroquia San José, organizó una gran procesión alrededor de la Plaza Independencia (actual San Martín) llamada Súplica de Piedad para pedir por los enfermos. Gervasio, que participaba, quedó profundamente conmovido al ver aquel sacerdote arrodillarse muchas veces, clamando a la Virgen del Rosario misericordia y perdón. Lo volcó en un poema, en una de cuyas estrofas decía:

Vibran señor en mi oído
El místico y dolorido
Acento de la oración
Conque a Dios le suplicabas
Y de rodillas clamabas
Misericordia y perdón!

Dos años después -1870- al conocerse acá el asesinato de Urquiza, para enfrentar a las tropas de López Jordán se funda el Batallón 15 de Abril al mando de Reynaldo Villar y allí encontramos a Gervasio Méndez junto a Inocencio Furques, Polidoro Espinosa, Eleuterio Grané, Policarpo de la Cruz, Juan Casacuberta, Ladislao Barañao, Bautista Latallada, Félix Jurado, Asencio Muñoz y Luis Luciano, entre otros. Fue el que sostuvo el Combate de la Isla en Noviembre de 1870, al que hemos referido en otra nota. Olegario V. Andrade, amigo de Gervasio, decía que aquel soldado-poeta, llevaba los versos en la cartuchera.

Poco tiempo después empieza a sentir los primeros síntomas de la grave enfermedad. Viaja a Buenos Aires en procura de mejor atención; regresa, pero en 1876 se va allá definitivamente.
Entre los que se acercan a visitarlo están: Martín Coronado, Horacio Mendizábal, Carlos Guido Spano, Rafael Obligado y por supuesto Olegario Andrade y su hija Agustina. Vivía en calle Paraná entre Charcas y Santa Fe y durante muchos años lo amparó su hermana Inés Méndez de Cufré.

Enfermo y pobre, inspiraba lástima. Eso era precisamente lo que nunca había querido y por ello lo expresó de este modo:

Pobre! dicen algunos,
Así, con cierto desprecio
Al mirar la cadena
Que paraliza mi cuerpo.
Y yo exclamo al oírlos
Con el desdén que inspira el necio
Más pobres seréis vosotros
Que tenéis paralítico el cerebro.

En Gualeguaychú, sus amigos organizan una colecta para ayudarlo. Eran iniciativas habituales, tanto para el templo, una escuela, caridad o para un poeta enfermo. Entre los organizadores estaban: Delfín Camejo, Honoré Roustán, Dolores Jurado y Modesta Jurado de Doello.

Ayudado por sus amigos, en 1878 funda -desde la cama- la revista El Álbum del Hogar y pese a su estado, crece su fama en Buenos Aires. Agustín García Merou relataba en Recuerdos Literarios, que lo encontró un día haciendo cigarros para una cigarrería de calle Florida.

A principios de 1878 lo visita Bartolito Mitre y Vedia, en nombre de la comisión popular que impulsaba la repatriación de los restos de José de San Martín. Le pide a Gervasio que escriba un poema alusivo y éste le contesta vehemente: ¡Yo no escribo versos! El joven Mitre insiste: pero su nombre no puede estar ausente..

-¿Qué debo hacer? interrumpe el poeta en actitud de ceder. Luego lo apestilla: ¿lo leerá usted? Bartolito lo leyó magistralmente el 28 de Mayo de 1878 en el viejo Teatro Colón:

¡No podía morir, cupo en la tumba
la gigantesca talla de su cuerpo.
¡Para encerrar su nombre y su memoria,
el hogar de la muerte era pequeño!

Sucesivos aplausos lo interrumpían y Mitre continuaba:

¡No cabía su espíritu grandioso
En la mansión eterna del silencio!...

Al otro día, todo Buenos Aires hablaba de Gervasio Méndez; fue una hora de felicidad, en 25 años de tormento.

Rubén Darío quiso visitarlo pero Miguel Escalada lo disuadió: no vaya, es un semicadáver...El gran nicaragüense, posteriormente describió aquel drama por comparación: Baudaleire (Charles, el poeta maldito) entristece, Heine da pena, Méndez espanta".

En 1882 cuando muere su amigo Andrade, hace su única salida. En La Recoleta sorprende a la muchedumbre, abriéndose paso en su silla de ruedas. Lleva en sus manos una corona de laureles, ganada en un importante certamen literario; la coloca sobre el féretro e inicia su emocionante despedida:

Condensada en mis lágrimas te dejo
Todo el triste poema de la muerte
Y este laurel que es símbolo de gloria
¡Arrancado a mi sien para tu frente!

Murió en Bs. Aires el 18 de Abril de 1897. En la década siguiente se impone su nombre a la escuela provincial fundada en 1908 en la Plaza de Frutos que en 1936 se traslada a su actual ubicación en la antigua casa de la familia Cepeda. Aquel mismo año 1908, por iniciativa de los concejales Pedro Olaechea y Jerónimo Vela, se impone su nombre a la antigua calle Uruguay. Sus restos fueron traídos el 23 de Mayo de 1943, con motivo del centenario de su nacimiento.

Un año antes, Trimani y Noda incluían su nombre en el hermoso Vals a Gualeguaychú, junto a los otros vates que cimentan nuestra fama de ciudad de los poetas: Olegario V. Andrade y Luis N. Palma. Un busto suyo integra el Rincón de los Poetas, inaugurado el 20 de octubre de 1965, en la Plaza San Martín, a metros de su casa natal.

Sería interesante que los circuitos histórico-culturales proyectados en el Cementerio Norte, incluyan su tumba. Así, cada visitante que pase, pueda tomar conocimiento de la fortaleza moral de este gualeguaychuense heroico cuyo espíritu le inspiró versos inolvidables, con los cuales le puso alas a su cruel inmovilidad.

domingo, 3 de mayo de 2009

¡Felices Noventa! Sagrada Familia


A principios del siglo pasado, la ciudad crecía hacia el Oeste, más que hacia otras direcciones. Numerosas familias se radicaban en esa zona y los negocios se establecían sobre la calle 25 de Mayo, que servía como eje de la expansión.

Al fondo, el importante edificio del nuevo hospital, se destacaba sobre el nivel del caserío de la época. Las damas de la Sociedad de Beneficencia, habían costeado su construcción, que venía a ser el logro mayor, luego de una serie de obras concretadas en la larga presidencia de Doña Cornelia Villar de Seguí, una de sus fundadoras.

El año de inicio -1910- de trascendente significado histórico, inspiró el nombre de "Centenario" impuesto al nuevo Hospital, que reemplazó al anterior, llamado "de la Caridad", por la humanitaria entrega, tanto de las integrantes de la Sociedad de Beneficencia como de las Hermanas Vicentinas que allí socorrían a los enfermos, bajo la tutela espiritual de los curas capellanes.

Habían pasado seis años de la inauguración del hospital (30-8-1913) y no cesaba el constante crecimiento de la actividad, su consecuente ampliación edilicia y sobre todo el aumento poblacional de la zona que se integraba con las quintas de los alrededores, donde luego se construyeron los nuevos barrios. Muchos de los vecinos de esa zona oeste eran de origen inmigratorio, por lo que predominaban los apellidos españoles e italianos, todos fervientes católicos, que enviaban sus hijos a la escuelita de las Hermanas Vicenta y Luisa, frente al Hospital (hoy Escuela Mercedes San Martín de Balcarce). Los piadosos padres Aniceto y Juan Treserra, recorrían la creciente barriada, manteniendo contacto con su grey.

Pero los días domingos, las familias enteras debían trasladarse hasta la Parroquia San José, que era por entonces la única del pueblo. Fue en aquella época, que nació la idea de fundar una capilla que sirviera como sede a la capellanía del hospital, residencia del Capellán y a la vez, templo para la comunidad católica de toda la zona Oeste. Por entonces, era Párroco en Gualeguaychú -desde 1905- el hombre que más obras humanitarias realizó durante la primera mitad del siglo: el R. P. José María Colombo.

Cuando recibió la inquietud por parte del Capellán y algunos vecinos del Barrio Oeste, el Padre Colombo, como visionario y ejecutivo que era, se constituyó en gestor y entusiasta impulsor de la idea. En pocas semanas solucionó el problema del costo y puso la obra en marcha; el terreno, de 25 de Mayo y actual Pasteur, fue donado por los esposos Pedro Borrajo y Felipa Irazusta -Pipa- hermana de una gran Presidenta que tuviera la Sociedad de Beneficencia Doña Lola Irazusta de De Deken.

La construcción de la capilla fue costeada íntegramente por la señorita Martina Duarte, que pertenecía a una familia tradicional de nuestra ciudad, cuya residencia era la finca de 25 de Mayo y Humberto Primo (actual Italia) adquirida en 1943 por Don Isaac Manuel Álvarez. El proyecto y la ejecución de la obra estuvieron a cargo de la empresa Millet de Buenos Aires, aunque algunos trabajos los hizo el constructor local David Angelini. El diseño del edificio fue concebido en un estilo de reminiscencias góticas, de aspecto sobrio y líneas sencillas. En el interior se destacan su bello altar, construido en mármol de carrara (luego remodelado, en épocas del Padre Locatelli), las escenas del Vía Crucis y los hermosos vitrales dedicados a la Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, con escenas de su aparición ante Sor Catalina Labouré.

La inauguración tuvo lugar en la histórica jornada del 3 de Mayo de 1919; hace hoy exactamente noventa años. Ese acontecimiento significó para Gualeguaychú una jornada memorable, que bien podría compararse con la de la Iglesia San José o la llegada del primer ferrocarril, importantes sucesos de treinta años antes, que habían tenido como figura protagónica al Padre Luis N. Palma.

Para bendecir la nueva Capilla, que nacía bajo la advocación de La Sagrada Familia, concurrió a Gualeguaychú el Obispo Auxiliar de Paraná, Monseñor Nicolás Di Carlo. El acto de ese 3 de Mayo se realizó con toda solemnidad y constituyó un importante acontecimiento religioso y social para la época. A mediodía, en esa jornada inaugural, se sirvió un almuerzo en el local del Colegio de la Inmaculada, del que participaron autoridades, invitados y vecinos. Por la larde, el Obispo Di Carlo pronunció un sermón que puso de manifiesto sus extraordinarias dotes oratorias.

La nueva Capilla fue muy bien recibida por todos, ya que respondía a una real necesidad espiritual de esa zona. Desde ese momento, sus vecinos tuvieron un templo cercano al cual asistir. Hasta hoy, la concurrencia continúa desbordando el recinto.

La breve visita inaugural bastó para que la perspicacia de Monseñor Di Carlo previera que esa capilla no sería suficiente. Al punto que en la propia Acta de Creación de la Capilla, el Obispo señala la necesidad de ponerse a trabajar para dotar al barrio de una Parroquia. Y antes de emprender su regreso a Paraná, imparte instrucciones precisas al primer Capellán de La Sagrada Familia, el Padre José De Luca, para que inicie esa campaña.

Cinco años después, el 22 de Diciembre de 1924, se dispone desde el Obispado, la creación de la nueva Parroquia para el barrio Oeste: eso ocurrió el 1° de Enero de 1925. Como todavía no se tenía el edificio, Monseñor Abel Bazán y Bustos, determinó que la nueva Parroquia, funcionara provisoriamente en el edificio de la capilla La Sagrada Familia. Diez años de trabajo demandó la construcción del nuevo templo, cuyas dimensiones, en aquella época, eran una verdadera avanzada para la zona. Por fin, en 1934, la cristiandad del barrio Oeste vive su jornada más trascendente, al inaugurar el nuevo templo de Nuestra Señora de los Dolores y Santa Teresita, que quedó a cargo del Párroco José Schachtel.

Desde entonces, tiene allí su asiento la Parroquia creada en 1925. Y el templo de La Sagrada Familia volvió a su originaria condición de Capilla. Luego del Padre José De Luca, que se desempeñó desde la inauguración hasta 1929, fueron capellanes: el Padre José Schachtel hasta 1934; Juan Treserra, Andrés David, Marcos Panozzo, Mario Vela, Luis Rechner, Juan Carlos Locatelli y en estos últimos dos años, el Padre Horacio Carlés, por cuya sencillez y firmeza espiritual, la feligresía del barrio Oeste, lo considera un digno sucesor de aquellos admirables capellanes.