viernes, 9 de noviembre de 2012

Los cien años de Teodoro Heredia


Hoy, 9/11/2012, Teodoro Heredia -Don Lote- cumple cien años.  Llegar a esta edad no es común. Tampoco lo es, haberlos transitado por experiencias variadas bajo un mismo patrón de conducta irreprochable.


Por eso tiene tantos amigos y la festividad ha de repercutir en muchos hogares. 

Nació en 1912 en la estancia El Potrero que era parte de los dominios de la familia Unzué, que se extendían desde la Isla San Lorenzo hasta la boca del Gualeguaychú, abarcando parte de nuestra ciudad. Era de práctica que los nacimientos en la estancia no se inscribieran de inmediato, sino que periódicamente los anotaban “en lotes”. Eso tuvo mucho que ver con su apodo. 

También era usual que Don Saturnino J. Unzué y su esposa Inés Dorrego, apadrinaran esos niños. Pero algo debió haber advertido Saturnino en aquel chico, porque lo eligió como su ayudante de confianza. Y para el año en que concretó la donación de las 115 Has que hoy forman el parque, Teodoro con diez años, era el boyerito que lo acompañaba en sus viajes. A los 20, él se encargaba repartir la leche del tambo que Unzué tenía junto al arroyo del Camino de la Costa, llamado por ello “de la lechería”. En la década de 1940 se incorpora al Ministerio de Obras Públicas de la Nación, a cuyo cargo estaba el mantenimiento de diversos servicios, como el dragado y balizamiento.

Es decir, que aquel boyerito del campo, pasó luego a ser el boyero mayor de nuestro río. Luego de su jubilación en los años setenta, se dedicó en el Club Náutico, al cuidado de muchas embarcaciones, tarea que dejó siendo ya nonagenario. También se vinculó al Club de los Abuelos.

Lo admirable en él, es la asombrosa retención de recuerdos, anécdotas e historias a lo largo de las décadas, que nos lleva a identificarlo como “la memoria viene del río”. Y vaya si lo es: fue testigo de las obras que se hicieron en el parque para habilitarlo y como era éste, antes de su donación. Vio hacer el puente y nos describe su construcción; recuerda las tres balsas a maroma que esa obra dejó atrás y cómo era cada cuadra de nuestra costa antes de la costanera, que también vio construir. Nos relata cómo eran las regatas de antaño.

Rescata del olvido una obra que se truncó antes que él naciera. Era el Puerto Unzué sobre el río Uruguay, el que finalmente “no fue” porque a algún interés foráneo afectaba ese emprendimiento, que hubiera sido un dinamizador de toda la zona. Tiene fresco el recuerdo de cada creciente o las grandes bajantes.

En 1935 le tocó advertir como lechero, una misteriosa muerte en la Isla Libertad. Y describe -de la misma época- el asesinato de Sansón cerca de la Boca, descubierto después por una casualidad. 
Otro luctuoso acontecimiento lo tuvo como protagonista: el hundimiento de la draga en abril de 1959, de la que era tripulante. Y tenido la previsión de relatarme todo en sus memorias, que están a disposición de quien las requiera.
Amante de la naturaleza, identifica cada una de las especies botánicas y zoológicas de nuestras costas.

Bondadoso y paciente con los niños, consejero de los navegantes y una debilidad que compartimos: los perros, sus fieles compañeros.

Demuestra su gratitud, aún con las personas ausentes hace mucho tiempo. Católico como es, encargaba una misa para cada aniversario de Doña Inés Dorrego. 

Peronista de ley y autodidacta, ha leído mucho sobre Perón y Evita. Él me prestó hace unos años su ejemplar de “La Comunidad Organizada”. También le interesaba Garibaldi y hace unos años visitó el museo que lo recuerda en Laguna, Brasil.

Hombre prudente, humanitario, respetuoso, de costumbres sencillas, Don Lote ha podido llegar a los cien, seguramente por haber mantenido el equilibrio de una vida sana en paz espiritual. 

¡Feliz centenario Don Lote!