viernes, 4 de abril de 2014

Pablo Haedo: Carrozas y mucho más...

Si alguien pregunta hoy por Pablo Haedo, probablemente la reacción mayoritaria  no  pase de un: “ah… ¿el de las carrozas?” No es culpa de la actual generación; en todo caso, es de los viejos que lo conocimos y no lo difundimos.



Para subsanar en parte esa omisión, vaya este aporte orientado a que se conozca  lo que  hizo Tito en su vida, además de  su aporte a la naciente actividad carrocera.
Se llamaba Pablo Gregorio Haedo, hijo de Gregorio Eusebio Haedo  y
Paula Claudia Doello Jurado. Nació en Paraná el 25/9/1912 y como él solía decir, por una casualidad no fue un gualeguaychuense nativo, lo que nos recuerda el caso de Olegario V. Andrade. Llegó acá con pocos meses de edad y los 16 años  se radicó en Necochea, donde completó sus estudios secundarios. Allá, a los 18 años compuso con Carlos Bello un Himno del Estudiante.

A los 22 se trasladó a Bs. Aires y en 1934 se incorporó al Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”-actual Museo Nacional- del que era Director desde 1923, otro gualeguaychuense olvidado: el científico naturalista Martín Doello Jurado, tío suyo.

Allí se incorporó al equipo de Eduardo Casanova,  uno de los científicos que trabajaron en la excavación y restauración del Pucará de Tilcara en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy. Antes, lo habían hecho: su descubridor en 1908, el gualeyo Juan Bautista Ambrosetti y desde 1929, su alumno, Salvador Debenedetti . Casanova - discípulo de éste-  realizó la siguiente etapa a partir de 1948. Puede decirse  que Pablo Haedo fue su mano derecha en esas tareas, realizadas con el apoyo de la Universidad de Buenos Aires durante dos décadas, si se incluyen los trabajos en Angosto Chico desde 1938. Casanova lo menciona como tal en sus libros; luego Haedo dictó conferencias en el propio museo y un ciclo de charlas radiales en Buenos Aires.

Sus familiares conservan los apuntes en que Tito consignaba las ubicaciones, medidas y posiciones de los yacimientos, con dibujos  a lápiz de las construcciones y tumbas que se iban encontrando. Su minuciosidad nos recuerda los apuntes del Perito Moreno.

Los largos años de permanencia en el Norte influyeron en su espíritu sensible para su identificación con aquellos los pueblos originarios y su reconocida inclinación por el folklore.
En 1956 vuelve a su pago “casi natal”, trasladado al gabinete de ciencias naturales de la ENOVA que, a iniciativa suya, lleva el nombre de Martín Doello Jurado.

Y ahí recomienza su vida, en la etapa más conocida entre nosotros. También fue maestro de actividades prácticas que nos enseñaba en el sótano de la escuela. Pero su verdadero destino y punto de encuentro como Maestro de Juventudes  – lo era a carta cabal- fue la Sección Comercial Nocturna creada en esa escuela.

Allí concurrían jóvenes que venían cansados de sus respectivos empleos. Pero con el entusiasmo que les insuflaba Tito y el apoyo generoso del Prof. Luis Borgogno (que también lo consideraba un Maestro) más la circunstancia de tener entre sus alumnos al eximio escultor Luis Benítez, aquel grupo hizo maravillas. Como aquellas magníficas carrozas que hoy se recuerdan: “Dragón Chino”,” Pasaje del Combate de San Lorenzo”,” La primavera en  mundo de los duendes”,“El Trono del Inca”.

O las que proyectó para las alumnas de su otra promoción mimada (1970), como “La garza y el río”,”Vuelo primaveral” o “El Castillo de la Primavera” que fue la primera en utilizar telgopor.

Aquellas proezas artísticas hicieron que Pablo Haedo, junto a otros grandes de la época, como Blanca Rebagliatti y Martín Scotto, se convirtieran sin proponérselo en referentes obligados de la emergente fiesta.

Fue asesor y guía del Club Colegial en la Enova pero también lo consultaban alumnos de otros colegios y entre las bocanadas de su pipa con que pautaba sus reflexiones, no sólo los orientaba en lo específico para sus carrozas, sino que fue su sabio consejero y Maestro de la vida.

Era un artista múltiple: dibujaba a lápiz; hacía tallas en madera, marfil, cobre, pintaba acuarelas y esculpía. Hizo exposiciones de sus trabajos en el Instituto Magnasco, en Victoria y otras ciudades. Era aficionado a la fotografía y tenía un gran apego por el folklore; fue glosista del Conjunto Gualeguaychú, que integraba con Lorenzo Macías, Amaury Fazzio, Carlos Apesteguía, Rafael Cortés y Luis Barreto. Participaba en sus giras y compuso una chamarrita dedicada a Gualeguaychú. Dictó conferencias sobre temas de arqueología, el arte y la tradición. En 1975 prologó el libro Conferencias de Elsa Beatriz Bachini.

Amaba el teatro, dirigió la obra “Lina”, escrita por su alumna Teresita Ferrari (40 representaciones) y colaboró con muchas otras. Era un lector empedernido y un dechado de cultura.

Escribió magnificas poesías, además de numerosas notas de difusión.  Profesaba la fe  católica y sentía una profunda devoción por San Francisco, de quien hizo una magnifica talla en lapacho.

Pablo Haedo falleció a los 65 años, el 6 de Julio de 1978.

Encontró en su alumnado los hijos que no tuvo;  creía y esperaba mucho de ellos, los alentaba sin dejar de les advertirles los peligros, o marcarles los errores, les mostraba el camino y así consiguió muchos resultados.

Billy Nikodem al proponer su nombre para el colegio que impulsó, delineó su ejemplo en magnífica síntesis: “Pudo haber sido un renegado de la vida; fue en cambio, una fuente de luz para las generaciones futuras”