miércoles, 15 de octubre de 2014

Miguel Ángel Chacón: Un artista completo

MIGUEL ÁNGEL CHACÓN: UN ARTISTA COMPLETO

En homenaje a Miguel Ángel Chacón, en el 29° aniversario de su muerte.



Abrazo de Chacón al autor de esta nota al agradecer el discurso de homenaje en Club Neptunia, 1971.







     Esta nota tiene por objeto recordarlo, a pocos días de la restauración de su  monumento recordatorio por parte del grupo “Dichos, Historias y Personajes de Gualeguaychú”. Y cerca de cumplirse los 30 años de su desaparición, ocurrida el 15 de octubre de 1985.

Hijo de Marcelino Chacón y Juana Irigoitía Casal, había nacido el 6 de Febrero de 1911, justo el día en que Nicolás Montana fundaba El Argentino. Cursó los primeros años de primaria en la Escuela Villalba, la de su barrio, y luego en la Rawson.

El músico:

El Padre Pedro Blasón, joven párroco de San José -a quien su madre lo había confiado- descubrió las virtudes musicales de aquel niño. ¿Cómo? Un día lo encontró ejecutando el órgano, de oído. Y desde entonces, le ayudó en sus primeros pasos como estudiante de  música, acá y en Paraná. Luego se perfeccionó  con el Maestro Peregrino Herrero de nuestra ciudad.

A sus condiciones innatas para la música, como ejecutante en piano y con una voz privilegiada, hay que sumar las dotes de compositor. Hay algo más importante: el inmenso cariño por ese género artístico y la generosidad con que ayudó a su difusión. A tal punto, que durante muchos años se desempeñó como Maestro de Música en la escuela Gervasio Méndez,sin percibir su sueldo porque el cargo aún no estaba reconocido.

Fundó varias orquestas pero la que más se recuerda es la Tropicana Club.
Ese memorable conjunto se inició en 1946 y tuvo dos formaciones. La primera, lo contaba a el como Director y además, en piano y canto; en guitarra, Lorenzo Macías, luego Hugo Dorrego. Trombón: Rodolfo Migueles padre, luego Coco Oliver. Contrabajo: Raúl Andisco; en batería, Carlitos Casquero. Acordeones: Eduardo Chiche Echazarreta  y José Antúnez. Acompañamiento rítmico: Luis Pérez, luego Carlitos Celio. Vocalista: Carlitos Barthelemy y después, Emilio Alvarez.

En la segunda formación, a partir de de la desmembración de la Dixieland Jazz (1958), el Maestro conforma la orquesta del siguiente modo: acordeones: Fito Perezón Raúl Casenave; batería: Carlitos Celio; contrabajo, Emilio Jurado. Bandoneonista, Carmelo Silva. Vocalistas: Chacho CamejoPedrín Pía Gustavo Machado. Luego, Roberto Atonatty y Negro Lamas.

Durante toda su trayectoria, la presentación de la Tropicana se iniciaba con
los siguientes versos, acompañados de un potente fondo musical:

Sones de parches que rompen
en la noche su tabú…
Ritmo vibrante y caliente
¡Ritmo de la Tropicana Club!

Seguramente muchos concurrentes a los grandes bailes de los años 50 y 60 que hoy peinan canas, recordarán aquella inolvidable presentación.

Y en tren de rescatar recuerdos del gran artista, muchas veces nos hizo vibrar con su melodiosa y potente voz. Como cuando en la parte final de su actuación, y generalmente a pedido del público, irrumpía con su canción más emblemática: ¡Granada!. Nadie como él en Gualeguaychú la entonaba con tanta fuerza, sentimiento y excelsitud artística. Gastón Laxague ha rescatado una vieja grabación de esa interpretación.

Pero tenía otros temas que se habían convertido en clásicos de sus actuaciones: la Bien Pagá, PerfidiaVirgen NegraEl cardenalPuente de PiedraEl reloj y la hiedra,CarameleroEl toro y la luna. Su histrionismo lo llevaba a interpretar con mucha gracia e ironía otros temas que arrancaban la risa del público, como el Basta ChicheCastillito de la playaMe picó una avispa, Conga Conga,  entre otros.

Como compositor, se recuerda una canción melódica: En el Oeste  que escribió para el Club Defensores, en cuyos bailes (también en Central e Independiente) animó jornadas memorables.

Con su orquesta, acompañó en sus primeras presentaciones a Papelitos y también a Ara Yeví. Pero lo que más permanece en al memoria pueblerina es su participación en La Barra Divertida, cuyo tema, que hasta hoy se tararea, Dale Momo dale Momo, fue de su autoría.

También compuso una Marcha a Gualeguaychú, que estrenó en la Estación del Ferrocarril junto a un grupo de músicos del Regimiento local.

Director y autor Teatral.

Pero no sólo en música descolló Guecho como artista.

Fue también un destacado  autor y director de teatro. Tanta era su identificación con la querida escuela donde ejercía la docencia en música, que cuando fundó su grupo teatral, le impuso como nombre Grupo de teatro Vocacional Gervasio Méndez.

Su master piece teatral fue la obra Martina Frutos. Escrita por él, sobre la vida de un personaje del Gualeguaychú de los inicios, llegó a representarse nada menos que ¡en el TeatroCervantes de Buenos Aires! El papel principal estuvo a cargo de Berta Devoto  y junto a ella, Alberto Puccio, Luisa Bielmeier y Carlos Arrúa. También dirigió El Cuarto de Verónica, de Ira Levin y Luz que se apaga, adaptación  que hizo Chacón de  Luz de Gas (Gaslight) película inglesa de 1940 dirigida por Thorold Dickinson). Fue en el Teatro Arlequín, de Mario Fischer y actuaron: Guillermo Santos LedriLuisa Bielmeier, Rodolfo Migueles y Juan Reynoso. La  ensayaban en su casa de calle Ituzaingó.  En Los apuros de papá, actuaron: Miguel Silvestrini, Guillermo Santos Rulo Ledri, Silvina Larrea, Grillo Espino, Mirta Rodríguez de Larrivey, Alberto Puccio. Luego vino La mujerzuela respetuosa, de Jean Paul Sastre, estrenada en Francia en 1946 y adaptada por Chacón. Actuaron: Rodolfo Migueles, Berta Devoto, Tape Lerrivey, Rulo Ledri y JuanReynoso.

En 1972  Chacón dirigió Daniel Frutos por entonces estudiante secundario que participaba en los célebres certámenes de la Escuela Méndez, en Las manos de Eurídice, monólogode Pedro Bloch. También fue autor de la comedia musical  Papá busca marido á busca marido   y de la obra en un acto  Todo es nueva ola.

Y por último, Brotes de Primavera, su obra póstuma que  ensayaban en la Asociación Musical, con Gustavo Machado, Rulo Ledri y otros. No pudo ser; Miguel  falleció repentinamente antes del estreno, en Octubre de 1985.  

Representó en muchas salas de Gualeguaychú, Buenos Aires y otras ciudades de la Provincia. Pero indudablemente su fuerte, como me lo recordaba Rulo Ledri, fue el Teatro Gualeguaychú.

No sólo por cada representación teatral en sí, sino por el clásico “final de fiesta” que Chacón ofrecía como regalo a su público: Luego de una pausa, se levantaba el telón y aparecía la Tropicana en pleno, con un Chacón caracterizado para la ocasión, con vestimenta de alguno de los personajes de sus canciones. La que más se recuerda es la del Caramelero.Mientras cantaba, tiraba caramelos que llegaban hasta el paraíso, mientras el público estallaba en infinitas ovaciones. En más de una oportunidad, hubo que abrir las puertas de la sala, para que la gente que había quedado afuera pudiera participar de la fiesta. Y ese era el genuino, el 100% Chacón: compartiendo el arte y la alegría con su pueblo! Por eso fue tan popular.

En sus últimos años apareció un género que antes no había cultivado y le permitía incorporar sus dotes de humorista y veloz improvisador. Sus diálogos con el público –imperdibles- en salones más reducidos, fueron generando una modalidad que luego se hizo popular en Buenos Aires: el café concert. Todavía quedan en la memoria de muchos, las jornadas inolvidables en el Hostal del Virrey  de Cacho Prevot. Era mejor que sus similares porteños, porque en el de acá, como pueblo chico que éramos, Miguel se conocía con el 90% de sus contertulios y la gracia estaba en que se bancaba todas las cargadas, pero luego había que aguantarse la réplica. Él trasuntaba la primera condición que debe reunir quien se pretenda humorista: empezar por reírse de sí mismo.

Poeta:

Por si le faltara algo para merecer el calificativo de Rulo Ledri: el artista más completo,  fue también poeta. En 1967 publicó un librito de poesías: Miniaturas del Teatro de la Vida, con portada de Pipo Fischer. En 1983 con motivo del bicentenario, presentó en la Asociación Musical Motivos de mi ciudad, con prólogo Rodolfo García.

Historiador:

A través de diversas publicaciones en  El Argentino plasmó tramos de nuestra pequeña historia lugareña, como la de los antiguos bares y sus noches de bohemia, sobre el Teatro Gualeguaychú y otros temas. Y dejó una obra inédita en manos de Pedro González, que luego pasó de éste Mario FischerMemorias,  que bien podría editarse en 2015 para el 30° aniversario.

Homenajes:

Aunque pocos lo recuerdan, en 1971 un grupo de ciudadanos que integrábamos con Stella MaradeyLuchi Majul y otros, le rendimos un homenaje en el Club Neptunia al cumplir 40 años de vida artística, del que se adjunta fotografía.

En 1986 al año de su muerte, un grupo de vecinos entre los que estaban América Barbosa, Luisa Riffel y Rulo Ledri, planificaron el homenaje que culminó con la inauguración del monumento que acaba de restaurarse, obra de Oscar Rébora, con figuras representativas de las distintas artes en que brilló.

Por todo eso hoy, a 29 años de su muerte, sólo nos resta decirle una vez más:

¡¡¡ MUCHAS GRACIAS MAESTRO!!!!

martes, 14 de octubre de 2014

Gato y Mancha: Una proeza Argentina.

Los dos caballos criollos que asombraron al mundo
GATO Y MANCHA: UNA PROEZA ARGENTINA

     Algo debían tener las pampas argentinas para que tantos extranjeros, luego de admirarlas, se quedaran a vivir entre nosotros. Roberto Cunningham Graham fue uno de ellos y recaló en Gualeguaychú. Hasta peleó junto a López Jordán. Otro fue el suizo Aimé Félix Tschiffely que pasó por Londres y llegado a la Argentina, no quiso cambiar más de paradero. Luego de recorrerla, se afincó como profesor en un colegio de Quilmes. Ambos eran amigos y fue el escocés el que contagió al suizo su admiración por la raza de caballos criollos. No está demás recordar que cuando Cunningham volvió a su país, atravesaba Londres montando orgulloso su caballo argentino, para ir a cumplir funciones en el Parlamento.

     Don Aimé tenía dos pasiones: una era recorrer  el continente americano y la otra, la que le había transmitido su amigo. Y un día, ambas se unieron en una idea: hacer la travesía con los caballos criollos. Conocía la raza y sabía que ninguna otra reunía las condiciones de rusticidad y fortaleza que se necesitaban. Y resuelve contactar al Dr. Emilio Solanet, criador de esos equinos. Sus padres, Felipe Solanet y Emilia Testevín, habían fundado en Ayacucho -1880-  la estancia Los Cardales. En 1911, el hijo eligió un lote de padrillos y yeguas de las manadas de la tribu tehuelche del cacique Liempichún.

     Cuando se establece el contacto, en 1925 Los Cardales había conformado un plantel de esa raza que le otorgaba prestigio.  Y ahí acudió el inquieto suizo. Emilio Solanet  no sólo compartió la idea. Fue tanto su entusiasmo, que le ofreció dos de sus mejores ejemplares: Gato y Mancha,  de 15 y 16 años. No eran fáciles: criados en la Patagonia, ya habían puesto en aprietos a  varios domadores. Acababan de recorrer 3.000 km. con troperos que iban de Ayacucho a Chubut, casi un entrenamiento para lo que les esperaba.
EL RAID

     Luego de unas semanas de preparativos, la partida se concretó el 23 de Abril de 1925, desde la Sociedad Rural, en Palermo; la meta final era Nueva York. Un primer inconveniente fue la imposibilidad de llevar carpas; no existían las telas livianas actuales que permitieran ser portadas a caballo. El raid se hizo en 504 etapas y un promedio diario de 46 km. La primera parte por territorio argentino culminó en Salta. De allí cruzaron a Bolivia, donde les tocó enfrentar enormes dificultades. Como el paso El Cóndor entre Potosí y Chaliapata, a 5.900 m de altura, con temperaturas de hasta 18° bajo cero. En Perú debieron sortear el famoso desierto Matacaballos. En Centroamérica soportaron las pestes de las selvas húmedas y entre Huamey y Casma atravesaron treinta leguas con temperaturas de hasta 52° a la sombra. Sin agua ni forraje, sus patas se hundían entre 15 y 30 cm. en la arena caliente.

     Tschiffely relató después que  en más de una ocasión  estuvo a punto de renunciar, tanto por él como por  sus caballos: "Al llegar a los desiertos del Perú sentí que me abandonaban mis fuerzas. Repuesto de un desmayo prolongado, observé a mis dos bravos compañeros y tuve la sensación de que mi raid había terminado. Apenas tenía fuerzas para levantarme;  Mancha y Gato, con la cabeza baja, resoplaban ansiando aire, asfixiados en un ambiente de infierno”. Pero en cada ocasión, recordaba una frase que le había dicho Solanet al entregarle los caballos: "Si usted resiste, mis pingos no lo van a dejar". Eso le devolvía la fuerza para seguir  y los heroicos pingos, en cada dificultad, se lo volvían a demostrar.

      A ello se sumaba el vínculo espiritual establecido: “Mis dos caballos me querían tanto  que nunca debí atarlos y hasta cuando dormía, en alguna choza solitaria, sencillamente los dejaba sueltos, seguro de que nunca se alejarían más de algunos metros y de que me aguardarían en la puerta a la mañana siguiente, cuando me saludaban con un cordial relincho”.

LLEGADA TRIUNFAL

      Y así siguieron; en más de una ocasión debieron cruzar a nado, ríos desbordados con fortísimas correntadas; también, regiones dominadas por bandoleros: todo lo pasaron. En Méjico, Gato fue lesionado por la patada de una mula y lamentablemente no pudo continuar la marcha.

     Sus compañeros siguieron y  el 20 de Septiembre de 1928, llegaron por fin a Nueva York.

     No estaban solos: a medida que el raid avanzaba, el mundo entero adhería con asombro y admiración. Acá había pocas radios, la TV no se conocía, pero los diarios argentinos informaban de la travesía. Estados Unidos se conmocionaba a su paso y Europa palpitaba la hazaña por obra de un prestigioso propagandista que desde Londres se encargaba de su difusión: Roberto Cunninghan Graham.

      La jornada final fue apoteótica; la autoridad local había dispuesto una medida que sólo se toma en circunstancias excepcionales: se cerró el tránsito de la 5ta Avenida para que el público pudiera volcarse y aplaudir a los héroes. Cruzaron Manhattan hasta llegar al City Hall, donde los esperaba el Alcalde de Nueva York, James Walker acompañado de sus funcionarios y el Embajador Argentino Dr. Manuel Malbrán. Allí recibieron la Llave de oro  de la ciudad. Luego, los dos caballos fueron alojados en el Cuartel Central de Policía, cerca del Central Park. Un final merecido; habían pasado tres años y medio a lo largo de 21.500 km. por los 20 países  que dejaban atrás.

      Tres meses después, el 20 de Diciembre de 1928, llegaron en barco a Buenos Aires, donde tuvieron otro recibimiento multitudinario. Pero Gato y Mancha tuvieron un premio adicional: volver a retozar por sus añoradas pampas en Los Cardales.

DESPUÉS DE LA HAZAÑA

     Allí quedaron, al cuidado del paisano Juan Dindart hasta que murieron en 1944 y  1947. Ambos se encuentran embalsamados en el Museo Histórico de Luján.
Tschiffely siguió viajando por  América y Europa – ahora era famoso- pero siempre volvió a su Argentina. Dos años después, regresó nuevamente a  “Los Cardales”  para visitar a sus nobles compañeros. Bastó un silbido suyo para que Gato y Mancha lo reconocieran y vinieran al galope para saludar a su guía.

      En 1936 Cunninghan Graham, ya anciano, regresa por última vez a la Argentina. Quería conocer a los célebres caballos. Solanet lo invitó a  visitarlos en su campo, pero una repentina enfermedad le impidió a Don Roberto viajar. Por tal motivo, Solanet hizo los arreglos para que fueran entonces los caballos, los que visitaran a su admirador y propagandista, ya muy grave ¡en el lobby del Hotel Plaza! El encuentro no fue posible: cuando llegaron, acababa de morir.

      Al día siguiente, Buenos Aires entero se sumó al cortejo que acompañaba hasta el puerto los restos del ilustre visitante. Aunque muchos concurrieron también, para ver una vez más a la noble escolta que acompañaba al féretro: Gato y Mancha.

      En 1954 falleció Aimé Tschiffely. Por una disposición de última voluntad, transmitida por su viuda Violeta Hume, sus restos descansan junto a los de sus queridos caballos. En 1999 se sancionó en homenaje a estos, la Ley Nacional 25.125  que instituyó el 20 de Septiembre –el de su llegada a N. York- como Día Nacional del Caballo.

      Han pasado ochenta años. Talvez, la mayor parte de nosotros haya olvidado esta página memorable de nuestra historia. Una tradicional sentencia nos señala a los argentinos: la Patria se hizo a caballo. Esta gran muestra de guapeza y fortaleza moral, también. Mantenerla viva en el recuerdo colectivo será un justo homenaje hacia ellos y además, un invalorable  estímulo para animarnos a asumir otros desafíos.